Los residentes denuncian que las nuevas estructuras crean sensación de encierro, son antiestéticas y no solucionan los problemas reales de la AP-7
Las nuevas pantallas acústicas instaladas en la AP-7 a su paso por Marbella y otros puntos de la Costa del Sol han generado un rechazo vecinal que no deja de crecer. Para los residentes, estas estructuras no solo no reducen de forma significativa el ruido procedente de la autopista, sino que han transformado negativamente el paisaje urbano, creando una barrera visual que rompe la armonía estética de la zona. Este malestar se ha manifestado a través de asociaciones vecinales, comerciantes y colectivos ciudadanos que coinciden en señalar que la intervención es ineficaz, invasiva y contraria a los valores arquitectónicos y ambientales del entorno.
Los vecinos apuntan que las pantallas, de gran altura y aspecto industrial, han convertido tramos de la autopista en auténticos muros que generan sensación de encierro y gueto. En zonas residenciales, estos elementos han bloqueado vistas, reducido la luminosidad y alterado la percepción del espacio público, provocando una degradación estética que afecta directamente a la calidad de vida. Muchos residentes expresan que la obra se ha ejecutado sin información previa, sin participación ciudadana y sin explicar por qué se ha optado por una solución tan agresiva y tan discutida en otros municipios del país.
El descontento se ve agravado por el convencimiento generalizado de que se trata de una actuación que no aborda el problema de fondo: el tráfico masivo y constante de la AP-7, cuya solución real pasa por la liberación de la autopista. Esta medida, reclamada durante décadas por la Costa del Sol, permitiría reducir la congestión, rebajar los niveles de ruido y mejorar la movilidad. Sin embargo, mientras esta petición sigue sin respuesta, el Estado ha ejecutado una obra millonaria cuyo impacto beneficioso es, según los propios vecinos, prácticamente inexistente.
Tampoco existen datos claros que demuestren que las pantallas cumplen los objetivos acústicos previstos. En muchas áreas, los residentes aseguran que el sonido del tráfico apenas se ha reducido, e incluso en algunos puntos parece haberse amplificado por el efecto rebote que generan ciertos tipos de materiales. Esta falta de eficacia, unida al deterioro visual que producen, ha disparado el malestar y ha reforzado la impresión de que la actuación se ha desarrollado a espaldas de las verdaderas necesidades del entorno.
La ciudadanía exige explicaciones y alternativas. Los vecinos reclaman que se revisen los estudios, que se evalúe el impacto real y que se planteen soluciones más eficientes y menos dañinas para el paisaje. La Costa del Sol es un territorio cuya imagen constituye un recurso económico de primer orden, y los residentes insisten en que no pueden permitirse intervenciones que degraden su atractivo ni que ignoren los problemas estructurales que lleva años denunciando.







