Estamos inmersos en plena festividad de la Semana Santa. Apenas restan algo más de dos semanas para que la ciudad la celebre. El mes empezaba ayer con la conmemoración de algunos actos, como el Triduo de la Agrupación de Cofradías o la exposición de Jesús Narazeno de Medinaceli que acogerá este viernes la Iglesia de la Encarnación. Pero más allá de los actos previstos, hoy queremos centrarnos en las curiosidades de la Semana Santa marbellí, una celebración con gran arraigo, tanto para visitantes como residentes. Todas las procesiones tienen su tinte especial y emotivo, pero hay una que cada año congrega a una multitud de devotos que acompañan al trono a lo largo de su recorrido. Nos referimos a la Virgen de la Soledad, una imagen que procesiona el Viernes Santo y es seguida en su recorrido, tras su hijo el Cristo Yacente, en el más absoluto silencio. Pero, ¿Por qué suscita tanto interés esta imagen entre los fieles? Para responder a esta pregunta tenemos que remontarnos a varios siglos atrás; la Hermandad de la que forma parte la Virgen de La Soledad data de 1670, situándose como la más decana de la ciudad. Su antigüedad es uno de los motivos que propician la veneración a esta imagen, pero más allá de la historia, hay otro acontecimiento que emociona a los fieles de La Soledad.
Irene Catalán
Para explicarlo nos trasladamos ahora a los años de la Guerra Civil (1936-1939) cuando la imagen fue devastada, así como su altar, dejando la mayor parte de sus efectos de culto y procesión prácticamente destrozados. Según apuntan desde la web Semana santa Marbella, tan sólo se conserva el manto y la saya que fue botada en oro fino en 1889. Tras la finalización del conflicto bélico, un grupo de hermanos de la virgen -entre los que se encontraban la familia Lavigne Roldán- deciden encargar la nueva talla de la imagen, basándose en una fotografía de la talla que fue devastada.