El área mediterránea es la cuna de la producción de bebidas alcohólicas siendo el lugar del mundo donde, alcohol y sociedad, están más estrechamente relacionadas. España es uno de los países desarrollados donde se consume una mayor cantidad bebidas alcohólicas, donde estas son valoradas como una costumbre y un modo de relación social. El alcoholismo en España es un problema social y sanitario de primera magnitud, que origina graves consecuencias que llegan a ser mortales, encontrándose entre una de las principales causas en los accidentes de tráfico, homicidios, muertes accidentales, problemas laborales, rencillas domésticas y es el desencadenador de padecer otros problemas de salud de tipo endocrino, de falta de apetito, cansancio, disfunción e inapetencia sexual, traumatismos, además de una de las quejas clínicas más frecuentes cada día de índole ansioso y depresivo, con una considerable repercusión y deterioro personal, familiar, social y laboral.
El consumo excesivo del alcohol es percibido como una enfermedad enmascarada, dado que el enfermo de alcoholismo asimila como “normal” en grado y frecuencia de ingesta, el abuso de esta sustancia.
Uno de sus componentes principales es el Etanol, que solo o combinado con otros agentes depresores del Sistema Nervioso Central es responsable de mayor número de muertes tóxicas por sobredosis que ningún otro producto, los profesionales sanitarios advierten del incremento en la adicción por consumo y abuso de sustancias alcohólicas. Según la OMS un 53.2% de los ciudadanos españoles consumen alcohol de manera habitual, el 5.4% de la población adulta tiene problemas relacionados con el alcoholismo, dándose un mayor consumo entre los hombres que entre las mujeres, el rango de edad medio va desde 36 a los 45 años.
En la actualidad ha disminuido la edad de comienzo en el consumo, debido a diversos factores como el fomento social de las ingesta de intoxicaciones, en los llamados “botellones” de fin de semana, la desinformación y la falta de educación sanitaria especializada provocan paradojas que hacen confundir la tolerancia al alcohol con la valentía, la fortaleza y la desinhibición, mientras que por otro lado se estigmatiza y margina socialmente a los enfermos de alcoholismo.
La aparición de nuevos estilos de vida que presentan como objetivo meta la búsqueda y obtención de placer, junto con la permisividad, disponibilidad, publicidad y las modas, le otorgan lugar privilegiado como producto de consumo, contra el que es difícil actuar en prevención primaria, por lo que en muchas ocasiones es necesario acudir a profesionales psicólogos y a las asociaciones de alcohólicos rehabilitados para que puedan ayudar a entender, asimilar y superar diversos aspectos de dependencia como la tolerancia que crea un efecto placentero en el organismo, la abstinencia, dado que el adicto al alcohol presenta una dependencia física, pues necesita el alcohol para poder funcionar, y la dependencia psicológica, porque la persona se encuentra mal sin su consumo.
A su vez el alcoholismo se asocia con trastornos en el control de impulsos como son la cleptomanía, la ludopatía y la violencia doméstica.
El alcohol embadurna, disfraza, oculta, empaña la vida de las personas, las relaciones, los problemas, la enfermedad, la salud… y con esas capacidades realiza múltiples combinaciones que al incidir en una personalidad determinada provoca un sin número de resultados que es preciso diagnosticar y manejar adecuadamente. Cuestiones relacionadas con el tipo de bebida ingerida, el ambiente de consumo, y el entorno social y familiar, son de total trascendencia a la hora de la intervención clínica terapéutica, porque cuanto mayor es la frecuencia de consumo, mayor graduación de la bebida y más joven sea el individuo que consume alcohol, mayor será el deterioro orgánico y psíquico y la intensidad de la dependencia.