El emblemático hotel de 5 estrellas homenajea a la malagueña con esta especial dependencia, una espectacular suite con vistas al mar de 85 metros cuadrados, y 29 metros cuadrados de terraza
Aunque las crónicas de la época apenas reconozcan su papel, la pensión de Elvira Vidal, ubicada en el centro de Marbella, frente a un mar al que entonces se le daba la espalda, tuvo un papel importante en el despegue del entonces sencillo pueblo de pescadores.
La malagueña había comprado la casona, rodeada de viñedos y arboledas, en 1949, intentando olvidar en ella el fallecimiento de su marido. Tras unos años de relativo anonimato, conoció a dos de los grandes impulsores de Marbella, que la animaron a salir de su ostracismo: Ricardo Soriano y Monseñor Rodrigo Bocanegra.
La necesidad de liquidez, y el costoso mantenimiento de la finca, la hizo aceptar la sugerencia de ambas figuras de convertir su casa en una pensión. Y es que la zona empezaba a atraer a numerosos personajes conocidos de la jet set europea y del oficialismo, y apenas había hoteles dónde alojarlos.
Los primeros clientes de la casa de Elvira Vidal fueron Maximiliano Hohenlohe y Piedad Iturbe, que se instalaron allí con sus hijos Alfonso y Max. A medida que se fue corriendo la voz, junto a su fama como excelente cocinera, la lista de ilustres clientes fue aumentando. Desde el poeta Jean Cocteau, la escritora Ana de Pombo, el diplomático Edgar Neville, o las familias Parledé y Gross, entre muchos otros, empezaron a visitar la pensión, haciendo de ella un lugar mítico para los sectores más intelectuales y bohemios de la época.
Pero mientras que Elvira ejercía de maravillosa anfitriona, las cuentas no cuadraban, y las deudas aumentaban. Llegado el año 1957, la conocida como ‘La Dama de El Fuerte’ decidió vender su casa al empresario José Luque Manzano, quién la adquirió por 1.200.000 de las antiguas pesetas.
