El exconcejal fugado de la era GIL asegura en una entrevista exclusiva con El Confidencial que “Chaves y Zarrías controlaban el urbanismo de Marbella a través de Isabel Pantoja”
Marbella vuelve a ser epicentro informativo tras las explosivas declaraciones de Carlos Fernández, exconcejal del Grupo Independiente Liberal (GIL) y uno de los protagonistas más enigmáticos de la Operación Malaya.
En una entrevista en exclusiva para El Confidencial, Fernández ha roto dos décadas de silencio y ha apuntado directamente al PSOE andaluz y a la Junta de Andalucía de los años noventa y dos mil, asegurando que “Manuel Chaves y Gaspar Zarrías controlaban el urbanismo de Marbella a través de Isabel Pantoja”.
El exedil, que fue pieza clave del entramado político de la Marbella del GIL, sostiene que no todos los responsables estuvieron en el banquillo cuando estalló el mayor caso de corrupción municipal de España.
“No estuvieron todos los que eran. No es normal las barbaridades que se hicieron con las recalificaciones de terrenos, y todo eso lo sabía la Junta. La Junta ganaba dinero”, declaró.
Con estas palabras, Fernández vuelve a señalar la conexión entre el socialismo andaluz y el sistema urbanístico corrupto que arruinó la imagen de Marbella durante aquellos años, describiendo cómo desde Sevilla se amparaban y toleraban operaciones urbanísticas que beneficiaban tanto a políticos como a intermediarios vinculados a la Administración autonómica.
Fernández también apunta a Isabel Pantoja y Julián Muñoz como parte del engranaje de poder local, pero subraya que el control real lo ejercían desde fuera.
“Las decisiones urbanísticas y políticas más importantes se tomaban en Sevilla. Marbella era un tablero donde se movían las piezas al dictado de la Junta y del Partido Socialista andaluz”.
Las palabras del exconcejal del GIL reabren un capítulo que el PSOE ha intentado borrar de su historia, recordando que durante años el propio Tribunal de Cuentas y la Fiscalía Anticorrupción denunciaron la pasividad de la Junta frente al caos urbanístico que se vivía en la Costa del Sol.
Pero más allá del pasado, sus declaraciones resuenan como una advertencia sobre la forma de actuar del socialismo, entonces y ahora.
Mientras Manuel Chaves y Gaspar Zarrías simbolizaron una etapa de red clientelar, manipulación institucional y control político desde los despachos de Sevilla, hoy Pedro Sánchez repite el mismo patrón a nivel nacional: el poder por encima de las instituciones, la justicia subordinada a los pactos políticos y una red de favores tejida para mantenerse en el Gobierno a cualquier precio.
Fernández no lo dice abiertamente, pero sus palabras retratan una forma de entender el poder que parece eterna en el socialismo español: cuando se trata de controlar, se hace desde arriba, sin importar las consecuencias.
Y Marbella, que sufrió en carne propia aquel modelo de connivencia entre poder político y corrupción, vuelve a recordarle a España cómo empiezan las crisis institucionales: cuando los gobiernos olvidan a los ciudadanos y utilizan las instituciones como un instrumento de partido.







