«Es un orgullo estar aquí», declaraba el artista mexicano, que anoche hizo sold out en Starlite con el incomparable sonido de su eléctrico Oneness Tour
Carlos Santana no necesita presentaciones, ni pantallas LED, ni fuegos artificiales. Carlos Santana es historia viva del rock más espiritual. Y eso fue lo que se respiró anoche en Starlite Occident, un viaje directo al alma del rock latino, con parada en Woodstock, desvío por San Francisco y final en Marbella. Sin alardes visuales, con una banda que parecía sacada de una jam session infinita, Santana trajo el «soul» de su Oneness Tour y lo hizo suyo, a su ritmo, con su guitarra como guía.
Carlos Santana es uno de los guitarristas más influyentes de la historia del rock. Nacido en México y criado en Estados Unidos, fusiona como nadie los ritmos latinos con el blues, el jazz y el rock psicodélico, creando un estilo único que lo catapultó a la fama mundial con su banda Santana en el histórico festival de Woodstock en 1969. A lo largo de más de cinco décadas de carrera, ha cosechado múltiples premios Grammy, vendido más de 100 millones de discos y colaborado con artistas de todos los géneros. Su álbum Supernatural (1999), con éxitos como «Smooth» y «Maria Maria», marcó un regreso triunfal, reafirmando su vigencia y su capacidad para reinventarse sin perder su esencia espiritual y su característico sonido de guitarra inconfundible.
La noche arrancó precisamente por el principio: con «Soul Sacrifice», congas en llamas y recuerdos de Woodstock proyectados en pantalla. Sin pausas, encadenó «Jingo» y «Evil Ways», manteniendo la energía en alto mientras la banda lo seguía con precisión milimétrica. A su lado, Ray Greene y Andy Vargas ponían voz a los clásicos, mientras su esposa, la baterista Cindy Blackman, se marcaba los solos más potentes de la noche. El público no tardó en levantarse con los primeros acordes de «Black Magic Woman» y «Oye cómo va», piezas clave del legado de Santana.
También hubo espacio para el Santana más suave, el de «Maria Maria» y «Put Your Lights On», donde el recinto entero encendió los móviles para formar una constelación improvisada. Entre medias, «Hope You’reFeeling Better», «Samba pa ti» y una versión desbordada de «Corazón espinado» recordaron que este hombre, a sus 78 años, sigue afilando cada nota como si fuera la última. Sin hablar demasiado, soltó su mensaje: paz, compasión y música como motor de cambio. Un mensaje claro que se coló entre punteos, sin necesidad de discursos.
Cerró con «Smooth» y se fue sin estridencias, como quien no necesita reafirmarse porque ya lo ha dicho todo. Santana no ofreció solo un concierto, ofreció una ceremonia. Una que dejó claro que la música, si es de verdad, nunca envejece.
Entre el público, rostros conocidos como Valeria Mazza y Luján Argüelles disfrutaron en el festival de un concierto histórico.