Como dice la cita bíblica que titula mi opinión de esta semana no le suele resulta fácil a nadie ser reconocido y valorado con justicia por sus conciudadanos. Esto ocurre por desgracia en todos los ámbitos de la vida y ello incluye el mundo del fútbol donde la labor de muchos jugadores y entrenadores en los equipos de sus propias ciudades no es valorada como se merece. Este problema lo vengo observando desde que me aficioné al deporte rey y en estos momentos le está ocurriendo a Loren Morón, el entrenador del Marbella FC. El trabajo que está realizando en el club blanquillo desde que dirige al equipo es impresionante como demuestran los hechos. La temporada pasada logró salvarlo del descenso en las últimas ocho jornadas y situarlo en el décimo puesto. Y en esta temporada, con mucho menos presupuesto, ha confeccionado junto a la dirección deportiva una gran plantilla que está haciendo un muy buen papel a pesar de la dificultad y la igualdad del grupo cuarto de la división de bronce. Loren siempre va con la verdad por delante y demuestra una enorme profesionalidad en su tarea como entrenador. Sin embargo, una parte de la afición no valora como es debido el trabajo incansable que realiza, algo que no pasaría seguramente con un técnico de fuera.
En este país todo el mundo se cree que sabe mucho cuando se habla de fútbol pero la mayoría de las veces se opina sin saber o sin crítica constructiva. El equipo marbellí está muy cerca de lograr el objetivo de la permanencia y, una vez que lo consiga, luchará por una plaza para la próxima Copa del Rey. Es un equipo de calidad que puede ganar a cualquier rival y que sabe competir siempre pero el presupuesto de esta temporada es el decimotercero del grupo y no se le debería exigir tanto por parte de algunos sectores.
