El sábado no hubo remontada, ni milagro, ni tan siquiera “espíritu de Alquián”. Simplemente hubo un equipo, el balear, que por merecimientos tumbó a la U.D. San Pedro por un claro 3-1, resultado que envió a los mallorquines directamente a la Segunda División B, al menos por el momento. Sin embargo, los aficionados sampedreños podrán presumir con orgullo de que su equipo siempre dio la cara, firmó una temporada magistral y les devolvió la ilusión por el fútbol. Pero lo acontecido en el Campo “Es Puig” de Lloseta no dejó lugar a discusión alguna. De entrada, la afición local respondió con creces a la cita y abarrotó el graderío desde muy temprano, acompañando a los suyos al ritmo de la música. Resulta curioso como un pueblo de tan solo 5.600 habitantes pudo acudir en masa a tal acontecimiento, pues las estimaciones hablan de una asistencia de 2.000 espectadores.
Redacción
Sobre el campo, sorprendió el cambio en el once inicial de Adrián Cervera, que dejó en el banquillo al malagueño Juanjo para dar entrada a Domingo, buscando algo diferente arriba. El esteponero estuvo muy activo y pudo anotar el segundo de los rojinegros, cuando el marcador registraba un empate a uno, pero Mingo lo desbarató.
En el banquillo, llamó la atención la presencia de David Garrido, ausente en las convocatorias desde hacía varias semanas, pero el efecto sorpresa del marbellí podía venir bien a los rojinegros, en caso de necesitar un gol a la desesperada, aunque luego el experimento salió fallido.
Desde el inicio, ya se pudo comprobar que la cosa iba a estar calentita. La grada empujaba bastante y en la primera acción de contacto ya hubo sus más y sus menos. En el minuto 6, Juanfri saltó en un balón colgado al área y chocó con el guardameta Mingo, formándose el primer tumulto. El colegiado valenciano Mena Gimeno llamó al orden al central Nico y al pichichi fuengiroleño, sin que la sangre llegara al río.
Los primeros avisos en ataque fueron para los baleares, con sendos disparos de Aitor y Héctor, todo ello justo antes del primer tanto del partido. En el minuto 13, un inofensivo centro al segundo palo de Bibi fue erróneamente despejado por Mauri, que se hizo un lío y regaló el esférico a Aitor Pons. El delantero local agradeció el obsequio batiendo con facilidad a Javi Muñoz, que nada pudo hacer para evitar el 1-0.
El tanto no cambiaba en demasía el guión del partido para los sampedreños, que seguían necesitando dos goles para lograr el ascenso. La disposición de los visitantes en el campo era la idónea y pronto se recompuso la situación, en una reacción fugaz. Sólo cinco minutos después, Pedro recogía un balón suelto al borde del área para fusilar a Mingo, que únicamente pudo seguir el cuero con la mirada.
El 1-1 hizo daño a los baleares, que se las prometían muy felices. El nerviosismo se apoderó entonces de los hombres de Óscar Troya, que pudieron verse contra las cuerdas en el minuto 26, en una acción donde Domingo pudo lograr el 1-2 desde dentro del área, aunque la mano milagrosa de Mingo lo evitó.
Cosas del fútbol. Del 1-2 se pasó al 2-1 en apenas dos minutos. Tiempo que tardó el Llosetense en encontrar una fuga de dimensiones desproporcionadas en la zaga rojinegra, tras una falta lateral. Jorge, más solo que la una, prolongó al segundo palo para que Oller cabeceara a placer ante la pasividad de toda la defensa sampedreña.
A partir de ahí y hasta el descanso, el partido se volvió un tanto áspero y el ritmo lo marcó el conjunto local, parando el juego a su antojo, como ya hiciera en el encuentro de ida, cuando logró adelantarse en el marcador.
Tras la reanudación, los rojinegros salieron en tromba y en tres minutos acumularon hasta dos ocasiones de gol. Pedro y Álvaro probaron fortuna, el segundo con una preciosa vaselina sobre un adelantado Mingo, que tuvo que estirarse para enviar el balón a la esquina. Ahí parecieron empezar a desvanecerse las esperanzas de ascenso para los sampedreños, muy imprecisos y precipitados en todas sus líneas.
Todo se volvió más negro en el minuto 71, cuando Bezares vio la segunda cartulina amarilla, tras un leve contacto con Aitor, que fue más listo y simuló una agresión. Mena Gimeno picó y envió al de Guadiaro a los vestuarios, desarmando el esquema que había planteado Adrián Cervera minutos antes. Para buscar la heroica, el técnico marbellí optó entonces por David Garrido, apostando por su fortaleza en los balones aéreos.
En ese último tramo del choque, los mallorquines ya campaban por el campo a sus anchas, en busca de una contra letal que decidiera la suerte de la eliminatoria. El triste desenlace se produjo en el minuto 83, cuando Aitor Pons enfiló en solitario el marco de Javi Muñoz, para batirle sin remisión con un disparo sutil por debajo de las piernas del cancerbero sevillano. La locura se apoderó de los aficionados locales, que llegaron a lanzar objetos sobre el banquillo rojinegro, estando el encuentro detenido unos instantes. Pero los sampedreños ya agonizaban, impotentes ante la superioridad de su rival.
La expulsión de David Garrido, en el descuento, sólo quedó en mera anécdota, pues el colegiado decretó el final segundos después, para ponerle el sello a los baleares en su pasaporte hacia la categoría de bronce del fútbol español.
Rostros cubiertos de lágrimas y una inmensa decepción para acompañar a los rojinegros hacia los vestuarios, en medio de un tumulto que invadió el campo. Nada que reprochar a unos y otros. Los locales se ganaron el ascenso por méritos propios y los sampedreños se ganaron el respeto de todos, tras una campaña histórica a la que le faltó el colofón final. Esta preciosa historia de 44 capítulos se cerró con sabor amargo, pero con la total convicción de que los rojinegros volverán a dar muchas alegrías a los suyos. Amenazamos con volver…