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viernes, diciembre 13, 2024
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Adolfo Suárez apela a un modelo liberal-conservador al abrigo del espíritu de concordia de la Constitución del 78

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En tiempos en los que los discursos políticos suelen basarse en las promesas, Adolfo Suárez, número dos de la candidatura del PP al Congreso por Madrid, ha traspasado lo ordinario para cerrar en Marbella una intervención cargada de ideología. El popular ha enarbolado la bandera del liberalismo conservador, defendiendo principios básicos como una bajada de impuestos, que venga a suponer la “reducción del esfuerzo fiscal”, una educación “despolitizada” y la promoción de la cultura del esfuerzo y el mérito.

Suárez apeló además al espíritu de la transición española, basado en la “concordia”, en la capacidad de entendimiento para afrontar los tres grandes retos a los que se enfrenta España en la próxima legislatura, en primer término la cuestión catalana y la ruptura territorial. En segundo lugar, la social, defendiendo el ascensor social surgido durante la Transición que permitió crear una “sociedad de méritos, con su esfuerzo, con su trabajo y aprovechando las oportunidades que les brindaba el nuevo estado” y que ahora toca recuperar permitiendo a las personas ser libres mediante un trabajo con un salario digno que “les permita a cada uno desarrollar su proyecto de vida en concordia y en libertad” y huyendo de paternalismos, “la subvención no genera libertad, genera dependencia”. Y, por último, la ruptura intergeneracional, con jóvenes a los que les toca padecer las consecuencias de la crisis y a los que hay que devolverles la ilusión”.

DISCURSO ADOLFO SUÁREZ

Me encanta echar la vista atrás, porque como decía Julián Marías el repensar las cosas ya vividas suelen traer sus frutos.

Cuando echo la vista atrás, hay quien piensa que lo hago con la nostalgia o con un interés personal, y nada de eso, la nostalgia no ha movido a ninguna nación, si acaso la ha paralizado. Pero quien es capaz de mirar atrás para aprender, para recoger lo mejor de sí mismo, eso es el conservadurismo liberal, es capaz de aprender muchas cosas y yo, cuando miro atrás, fundamentalmente en España, yo me estoy refiriendo a la concordia que puso fin a dos siglos de disputas entre los españoles, que puso fin a la persecución del discrepante, del que no piensa como yo, del otro, del que no tiene ni mis mismos gustos, ni mi misma religión.

Empezó con Fernando VII, desgraciadamente, y acabó con la Constitución del 78, precisamente esa Constitución del 78 que culminó esa transición de la ley a la ley, de una dictadura a una democracia sin romper ni una sola de las leyes de la dictadura.

Curiosamente, en un querido rincón de nuestra España se empieza a quebrar la concordia, por eso he vuelto a la política, ni más ni menos, para intentar resembrar la concordia. Esa concordia rota en Cataluña donde nos dicen que, en una democracia plena, nos tenemos que saltar la ley para alcanzar una ensoñación que no compartimos la inmensa mayoría de los españoles. Es curioso que, además, lo haga a través de la mentira, diciéndonos que España nos roba y España nos odia.

Yo le he dado vueltas a esa frase y no soy capaz de encajar en el España nos roba y el España nos odia el espíritu de Barcelona 92. Es curioso, España entera se sintió feliz, orgullosa, plena de invertir miles y miles de millones en Barcelona, de abrirla al mar cuando vivía de espaldas a él y, como nación, todos nos hemos sentido absolutamente y orgullosamente representados por Barcelona y Cataluña en aquellos Juegos Olímpicos que hicieron vibrar a toda una nación.

A esa Cataluña volvemos y volveremos siempre, porque es tan España como esta Marbella y este San Pedro que estamos pisando hoy día; exactamente igual de españoles. Y a esos que nos proponen el odio y la ruptura de la ley, yo les propongo el cumplimiento de la ley, porque la ley es, precisamente, la fuerza de los débiles. A esos que pretenden sembrar el odio a través de la educación, yo les propongo sembrar la concordia en una educación despolitizada y que de verdad les plantee una solución a sus hijos el día de mañana.

A esos que, incluso en la economía, han planteado un odio que ha llevado a paralizar Cataluña, una Cataluña que ha sido el motor de la prosperidad compartida de España, a esa Cataluña que hoy se encuentra perdida en el particularismo que jamás ha sido suyo, todo lo contrario, si por algo se han caracterizado Cataluña, y Barcelona en especial, ha sido por su modo de vida cosmopolita. A todos ellos, frente al odio, la concordia, la concordia del 78, sin complejo ninguno.

Pero por ser importante esa fractura territorial a la que nos enfrentamos, esa ruptura de la concordia territorial, hay otra concordia que está en peligro y que me preocupa también muchísimo, y es la concordia social, estamos ante un gravísimo riesgo de fractura social. En la transición y en la Constitución, en el artículo 1.1., hablamos de que nos hemos constituido como un Estado Social y Democrático de Derecho. Es curioso que el primer adjetivo que asociamos al estado, es social, y eso era todo una declaración de intenciones, porque es entender la nación como un compromiso para ayudarnos los unos a los otros. Si no éramos capaces de generar prosperidad compartida para todos, esto sería un fracaso y, curiosamente, lo conseguimos, pusimos en marcha el ascensor social, cualquiera en esa sociedad de méritos, con su esfuerzo, con su trabajo y aprovechando las oportunidades que les brindaba el nuevo estado, conseguía ascender.

Así, pasamos a duplicar la renta per cápita de los españoles, en tan solo cuarenta años, por quince. Para los que no estéis familiarizados con ese dato, sabed que, a otros países muchísimo más ricos, como Estados Unidos y Reino Unido, les ha costado un siglo entero de su historia. Algo haríamos bien para conseguirlo nosotros en tan solo cuarenta años.

Desgraciadamente, las historias de los pueblos no son siempre felices, tienen sus altos y sus bajos, y llegó la crisis económica. Una crisis económica que no fue atendida en su principio, que fue muy mal gestionada en su principio y, además, venía unida a unas cuantas decisiones que tomamos mal y a algunas cuantas rigideces propias que han hecho que ese ascensor social que estaba en marcha se parase de golpe. Y ahí es donde se puede producir como digo, esa fractura social.

España es un estado de libertades y precisamente la libertad es lo que debe presidir toda la acción política y no hay política social mejor, ni más efectiva, que la de ser capaces, los políticos no generamos empleo ni creamos empleo, los políticos creamos y generamos las condiciones para que los empresarios y los emprendedores creen ese empleo. No hay política más social que generar empleos con una remuneración digna que les permita a cada uno desarrollar su proyecto de vida en concordia y en libertad. La subvención no genera libertad, genera dependencia.

Por eso, el PP es el único partido que genera esas condiciones de libertad a través de trabajo, no hay otra política social posible. No hay política social mejor que generar puestos de trabajo, por supuesto, siempre y cuando se pueda trabajar, hay gente, y no nos podemos olvidar de ellos, a los que yo llamo los invisibles, que, desgraciadamente, no pueden trabajar, no pueden generar, y de esos, esa nación entendida como compromiso para ayudarnos los unos a los otros, se tiene que ocupar, pero eso es otra cosa, no tiene nada que ver con el trabajo que necesitamos para poder atender a toda esa gente, esto no es un sálvese quien pueda

Toda esta situación económica está generando, por el momento en el que se produce, una tercera fractura que a mí me preocupa mucho y que hay que atajar pronto, que es la fractura generacional entre quienes sí han podido superar la crisis y entre quienes, por su juventud, les ha pillado en un momento criminal, se han encontrado con una deuda pública fantástica que ellos no han disfrutado de la inversión y, sin embargo, van a tener que pagar esa deuda y además sus sueldos son precarios y ponen en grave riesgo sus inversiones futuras.

Si no somos capaces de generar ilusión para la juventud este país habrá firmado su sentencia de muerte. Hace cuarenta años, una juventud fue capaz de generar un sueño, una ilusión y llevarla a un escrito que era la Constitución. Hoy, debemos ser capaces de ser generadores de ilusión en una juventud que tendrá que volver a reinventar este país una vez más y eso lo debemos hacer los políticos y lo debemos hacer con una visión de conjunto, la política no puede ser sectorial y separadas las unas de las otras.

El político debe ver la nación en su conjunto y, especialmente, debe ser capaz de atisbar el futuro en dos grandes cuestiones, la educación y la economía. Precisamente la educación y la economía, sujetas a un esfuerzo importante serán los que construyan la nación del futuro y, ¡ojo! que digo esfuerzo, aquel que nos venda soluciones sin esfuerzo, sin sacrificio personal, nos está mintiendo, nos está llamando a un atajo que seguramente no existe.

Antes de terminar me gustaría dar algunas pinceladas sobre posibles soluciones, una de ellas tiene que ver con nuestro territorio. Hoy día se ha puesto en el tablero de estas elecciones la España despoblada, la España abandonada y nos parece un gravísimo problema, y seguramente lo sea, pero a mí me llama la atención que en España nos dé miedo la España despoblada. Cuando apenas éramos seis millones de habitantes, este país, esta nación, se lanzó a una de las gestas más importantes que ha conocido la historia y lo hizo sin miedos, sin complejos y con éxito, la conquista de todo un continente, América. ¡Cómo demonio nos puede dar miedo hoy, a cincuenta millones de españoles, repoblar, reconquistar nuestro propio territorio!

Será un problema, por supuesto que es un problema, pero no nos puede dar miedo y no nos puede dar miedo en una era en la que tenemos una revolución tecnológica a las puertas que nos permite llevar a todos los rincones de la geografía una red de última generación que es, precisamente, la puerta al futuro, la puerta a las nuevas oportunidades. Si somos capaces de generar esa red en toda España acabaremos llevando una solución un proyecto de vida sugerente a zonas deshabitadas de una manera mucho más fácil. Y eso no significa, ni mucho menos, abandonar nuestras tradiciones, como los toros, la caza y esa pasión por el mundo rural, es todo lo contrario, es impulsar que ese espacio rural, ese espacio de tradiciones puede ser también un mundo de revolución.

Pero para recuperar esa España despoblada es urgente llevar gente y la gente, una de dos, o la generas o la traes de fuera, y yo creo que hay que aplicar ambas cosas, hay que ser capaces de fomentar la natalidad, hay que ser capaces de ayudar a las madres a llevar a feliz término su embarazo y hay que ser capaces, como no, de traer una inmigración ligada al mercado de trabajo, como ya hicimos en su momento, y que tan buenos réditos nos dio. Y, por supuesto, hay que prestar también mucha atención a la educación, una educación que esté absolutamente despolitizada, y que piense en ese mercado de trabajo, pero no en el de hoy sino en el que habrá cuando dentro de 25 años esos niños que empiezan hoy el colegio vayan a incorporarse al mismo.

Además hay que hacer esa reducción de impuestos de la que hablaba Ángeles Muñoz, hay gente que nos tilda de clasista cuando hablamos de reducir impuestos y hablan de la presión fiscal que es que no convergemos con otros países de Europa. Cada vez que hablen de la presión, rechácenlo, está ligada al PIB, hay otra cosa que se entiende mucho más fácilmente, el esfuerzo fiscal, lo que a usted le cuesta llegar a pagar la factura fiscal. Hay que pagar impuestos, porque esos impuestos son los que hacen efectivas las políticas sociales pero esos impuestos deben ser lo suficientemente bajos para que no se genere economía sumergida, para que se genere mayor ahorro y para que se pueda generar mayor capacidad de inversión y de consumo, que al final es lo que acaba redimensionando la economía, dinamizándola y haciendo que seamos mucho más los que paguemos y que con menos esfuerzo fiscal tengamos más dinero para atender a los que lo necesitan.

Quiero terminar con ilusión, no me gusta terminar con caras pensando en el problema sino en las soluciones. Como he dicho este país ha protagonizado una de las historias más importantes de todo el mundo, una de esas pocas historias sin las cuales el Mundo mismo es imposible entenderlo. Así que, apelo a esa ilusión unida al esfuerzo, al esfuerzo de cada uno, al sacrificio personal para ser capaces de convertir esa nostalgia de cuando miramos al pasado con ilusión para generar un futuro mejor por el que merece la pena luchar.

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